A pesar de las regularidades de los cambios demográficos contemporáneos, el mundo adora la juventud, y la cultura europea está dominada por un estereotipo negativo de persona mayor: inútil, que no sigue el ritmo de la vida cotidiana.
Desde el principio de los tiempos, la gente ha lamentado su juventud perdida y los jóvenes han temido la llegada de la vejez. El pensamiento occidental considera la vejez como un mal, un impedimento, un período triste que prepara para la muerte. A veces la muerte se ve más favorablemente que la sombría vejez, porque es una liberación de la impotencia, de la falta de poder. La vejez expresa la dualidad del destino humano más que otros períodos de la vida. Por un lado, los ancianos son una parte inseparable de la sociedad; por otro, se les trata como si ya no formaran parte de ella.
Los escritos más antiguos destacan la nobleza, la sabiduría y la dignidad de los ancianos, que -cuanto más viven- merecen más respeto y reconocimiento. Los patriarcas, cuya sorprendente longevidad es un signo de la bendición de Dios, los patrocinan. A los líderes bíblicos anteriores al Diluvio se les atribuye una extraordinaria longevidad: Adán habría vivido 930 años; Set, 912; Enoc, 905; Jered, 962; Matías, 969; Noé, 950. Los ancianos eran comúnmente respetados, atendidos y sus opiniones tenidas en cuenta, rodeándolos de una reverencia casi religiosa. Con el paso del tiempo, la valoración de la duración de la vida cambió.
Escapar de la vejez
A nivel mundial, la proporción de personas que viven hasta una edad avanzada aumenta constantemente. El envejecimiento demográfico de las sociedades se ha convertido en un símbolo del siglo XX. Por lo tanto, hay que prestar atención a las consecuencias de este fenómeno. Sin embargo, a pesar de las regularidades de los cambios demográficos contemporáneos, el mundo adora la juventud, y la cultura europea está dominada por un estereotipo negativo de persona mayor: inútil, que no sigue el ritmo de la vida cotidiana.
Pocos recuerdan las glorias del antiguo decano, que gozaba de una autoridad universal, ahora sustituida por las omnipresentes muestras de antipatía y vergüenza asociadas a la vejez.
El estereotipo polaco de la vejez se identifica con la visión del fracaso. La falta de educación adecuada hace que la inevitable vejez se contemple con temor. Se teme el desarrollo de la gerontofobia contemporánea, es decir, un sentimiento hostil hacia las personas mayores, que se manifiesta en la indiferencia, la falta de comprensión hacia quienes necesitan cuidados, ayuda y amor. Se habla de la vejez como de la dolencia, la enfermedad y la necesidad de ayuda de los demás. Esta actitud, que no está justificada por los conocimientos existentes sobre la naturaleza específica del proceso de envejecimiento, tiene un impacto negativo tanto en la formación de actitudes sociales hacia la vejez como en el bienestar de quienes han superado el umbral de la jubilación. Sin embargo, para la mayoría de las personas, la jubilación no significa vejez y relegación a la marginalidad Hay que entrar en cada etapa de la vida con plena conciencia de los cambios que hay que aceptar y con una buena actitud orientada a aprovechar sus beneficios. La preparación para lo inevitable para todo el mundo la vejez es empujado fuera del área de la conciencia, no queremos pensar en ello, porque en la mentalidad social la vejez se asocia con un mito de fracaso en la vida. Y eso es lo que queremos evitar a toda costa.
Educación para la vejez
La preparación universal para la vejez es un nuevo reto para las sociedades modernas. Lo esencial en el proceso de educación para una experiencia buena y consciente de la vejez es motivar a las personas a ser activas, tanto física como intelectualmente. La psicología gerontológica ha demostrado que el potencial mental perdido por el abandono puede reactivarse mediante un entrenamiento específico.
En Polonia, el concepto de educación para la vejez se remonta a los siglos XVI y XVII. Fue promovido por S. Marycki en su obra titulada ‘O szkołach, czyli akademiach księg dwoje’ [‘Sobre las escuelas, o academias, dos libros’] publicada en Cracovia en 1551 y por J. A. Komeński en su obra titulada ‘Pampaedia’ en 1656. Comenius postuló la creación de 8 instituciones educativas según las etapas de la vida, incluyendo la «Escuela de la Vejez» (Schola Senii) y la «Escuela de la Muerte» (Schola Mortis).
Un propagador contemporáneo de la educación para la vejez en Polonia fue Aleksander Kamiński. Haciendo hincapié en los vínculos entre la pedagogía social y la gerontología, proclamó que en todas las etapas de la vida se puede ser útil y activo mediante un tratamiento creativo de la juventud y la edad adulta. Kamiński también argumentó que el trato que reciben los ancianos por parte de su entorno depende de ellos, de su aspecto y de su comportamiento; proclamó el lema: ¡añadamos vida a los años, no años a la vida!
Necesidad de cambio
Se puede decir con preocupación que en todo el vasto sistema de escolarización y educación cívica de los jóvenes no se aborda adecuadamente el problema de la preparación para la propia vejez, la de los padres y abuelos. En las escuelas y en los planes de estudio se hace demasiado poco hincapié en enseñar a los jóvenes a respetar a sus mayores; no se explica el envejecimiento de la sociedad ni el papel que pueden desempeñar en él las personas mayores. Sin embargo, la mayoría de ellos son personas sanas que desean funcionar normalmente en la sociedad.
La prolongada falta de educación sobre la vejez y el desconocimiento por parte de la sociedad de las ventajas e inconvenientes de esta fase de nuestra vida tienen el efecto de afianzar un comportamiento negativo en muchas personas mayores. Por eso necesitamos cambios multidireccionales que abarquen a toda la sociedad, no sólo a la población mayor. Estos cambios deben incluir, sobre todo, los ámbitos de la educación, la moral y la salud.
Autor del artículo: Paulina Kocimska
Fuente: Instituto de Psicología de la Salud
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