Los sociólogos de la familia afirman unánimemente que el hombre tiene actualmente una tendencia más fuerte que antes a formar una familia, aunque al mismo tiempo una tendencia más fuerte a disolverla (Dyczewski). Busca una explicación en las características de la sociedad tecnocrática actual. Una de estas características es la confusión y la soledad. Proviene del hecho de que las relaciones entre las personas han perdido el valor que tienen en sí mismas, y se han convertido en un medio para obtener dinero, poder y éxito. En medio de las exigencias de puntualidad, uniformidad de comportamiento, previsibilidad y eficacia, las personas se sienten solas a pesar de sus numerosos vínculos técnicos y contactos con los demás. El sentimiento de limitación está muy ligado a esta soledad. El hombre moderno se desenvuelve en un sistema complejo y, por lo tanto, vive sólo en fragmentos, con prisa, desgarrado por las ambiciones y los conflictos. Todo está organizado y planificado de antemano. Está subordinado a un plan meticulosamente pensado y, por tanto, su libertad y sus decisiones están muy limitadas. Esto se refleja perfectamente en el concepto de «macdonaldización» de la vida cotidiana (Ritzer). El criterio de evaluación más importante es el efecto final. De este modo, se crea un tipo especial de moral, cuyos criterios adquieren características pragmáticas. Esto forma actitudes de amenaza, frustración y agresión. En determinados niveles del sistema social institucionalizado, el ser humano es tratado como un medio para alcanzar objetivos preprogramados.
El antídoto para estos fenómenos y estados puede encontrarse en diversas formas de escape de la sociedad, que a menudo adoptan la forma de patología social, o en la identificación con pequeños grupos, donde el mero hecho de estar con otro ser humano tiene valor. Entre estos grupos se encuentra sobre todo la familia, que por definición es un sistema de actitudes amorosas.
Una actitud de amor mutuo significa que los miembros de la familia forman un grupo en el que uno sirve al otro sin preguntarse qué obtendrá de ello. En este grupo, además, no es tan importante lo que una persona posee o lo que puede hacer, sino quién es para los demás como persona. Lo más importante es que el individuo sienta que los esfuerzos y las preocupaciones de los demás se dirigen a él, que está en el centro del interés de la familia. Y hay que admitir que sólo la familia moderna es la que más se acerca a esto. En la familia es más importante el individuo, en la sociedad es el éxito individual o colectivo. Los objetivos de la sociedad (o de las instituciones) se alcanzan colectivamente, pero de forma fragmentaria. La familia está orientada a la consecución de objetivos personales perseguidos de forma integral.
Estos y otros muchos factores hacen que el mundo conyugal-familiar sea atractivo para los humanos. Los individuos pueden sentirse creadores y gestores de este mundo. Este micromundo también puede «llevarse con nosotros» allí donde las condiciones atraigan a un individuo: un mejor trabajo, mayores oportunidades, etc. Hay que admitir que sólo la pequeña familia moderna se acerca a las características de este micromundo. Por lo tanto, tratamos de mirar a la familia de una manera máximamente universal, para mostrar que en ella podemos encontrar las fuentes de las normas morales y los principios elementales de la vida social en general, que constituye el micromundo social universal del hombre. En este contexto, cabe destacar las siguientes características:
1. La familia es la institución social primaria y fundamental. Su existencia precedió a la aparición de todos los demás tipos de organización social e instituciones. Ningún estado, ninguna ley o institución ha creado la familia y el matrimonio, simplemente porque la familia es más antigua que todas las instituciones, la nación y el estado, más antigua que la propia sociedad, en fin. Son el Estado y sus instituciones -así como todos los principios del orden social- los que deben su origen a la familia, y no al revés. Sin embargo, una situación aparentemente sencilla y obvia se utiliza a menudo -sobre todo con fines propagandísticos- para subrayar la dependencia contraria.
2. La familia es la forma de vida universal de toda la humanidad. La etnología no conoce ninguna sociedad, ni en la retrospectiva histórica ni en el presente, en la que no exista la familia. Las teorías evolucionistas de Bachofen, Morgan, Engels y otros, que proclaman el desarrollo de la familia desde una horda primitiva caracterizada por la indiscriminación sexual, pasando por diversas formas de matrimonios colectivos y de grupo hasta la familia monógama y patriarcal, han sido completamente refutadas por la ciencia.
3. La misión social de la familia se expresa en primer lugar no en asegurar la continuidad de la especie, ya que dicha continuidad podría asegurarse mediante la procreación espontánea o en manada, sino en el hecho de que constituye el fundamento, la condición y el modelo del orden social y de la comunidad (unidad) sui generis que subyace al desarrollo de la cultura en general.
4. Dependiendo de la sociedad en la que se encuentre, la familia adopta diferentes formas, tiene un alcance y una forma diferentes, pero siempre constituye un conjunto específico, una unidad concreta con características bien definidas que determinan su coherencia interna y su carácter distintivo. Esta unidad familiar comunitaria abarca los aspectos biológicos, psicológicos, culturales y sociales de la vida. Es la comunidad en la que se nace, se adquiere la identidad y se forma la subjetividad. Y es que la paternidad biológica debe complementarse con la paternidad espiritual, cultural, social y material. Por lo tanto, en esta misma comunidad, el compromiso emocional domina generalmente sobre el deber formalmente entendido, y el sacrificio sobre el uso. Las relaciones en el seno de la familia no se basan principalmente en lo que poseen sus miembros, sino en lo que son y en lo que son los unos para los otros. Sin esta comunidad única, la familia sería sólo una suma de individuos físicamente similares, no una unidad social y subjetiva. Esta unidad es tan importante para el funcionamiento de la familia que está garantizada en todas partes por ciertos sistemas normativos específicos de una sociedad determinada. Esto también se expresa en términos como: «hogar de la casa», «nido», «mi mitad», «communio personarum», etc. Significa que el individuo renuncia a una parte de su personalidad, su «yo», en beneficio de un nuevo sujeto: el «nosotros».
5. Otra característica universal de la familia – como unidad específica y comunidad – es su estructura claramente definida y sus relaciones internas a nivel de: matrimonio – padres – hijos – parientes. Los roles individuales en la familia no son, por naturaleza, intercambiables. Es imposible que un determinado miembro de la familia aparezca en la comunidad familiar una vez en un papel y otra en otro. El marido sigue siendo el marido, el padre el padre, la madre la madre, la descendencia la descendencia, etc.
Para ilustrar esto, podemos citar el hecho de que en las diferentes culturas existen diferentes restricciones y prohibiciones y diferentes grados de tolerancia o aceptación de los fenómenos que nos suscitan oposición moral. Hay culturas en las que la infidelidad matrimonial, el infanticidio, la homosexualidad, la sodomía, la poliandria, etc. eran o son aceptados. Sin embargo, la ciencia no conoce ninguna cultura en la que no estuviera prohibido el incesto, es decir, las relaciones sexuales entre parientes cercanos (omito aquí los pocos casos de incesto ritual). Esta prohibición es tan común en el tiempo y el espacio que se denomina «tabú». Por supuesto, los incidentes de incesto se producen tanto en nuestro país como en otros. También son tratados con diferentes grados de tolerancia. Pero en ninguna parte aparecen como una forma de convivencia reconocida. Definir esta prohibición como tabú significa que funciona a pesar de la dificultad de justificar o explicar por qué es así. Ahora sabemos que es una prohibición racional desde el punto de vista, por ejemplo, de la genética. Sin embargo, el problema es que ha existido desde la antigüedad y sigue existiendo hoy en día en sociedades que no saben nada de genética. Por cierto, este hecho habla en contra de las teorías de los trastornos sexuales del pasado y de las «familias incestuosas».
Aunque es evidente que la familia existe en todo tipo de sociedades, no es fácil responder a la pregunta de qué es en esencia, es decir, definirla sin ambigüedades. Esto se debe a muchas razones diferentes. En primer lugar, su forma varía histórica y culturalmente, y es tan diversa en muchos aspectos como las sociedades en las que se produce. Sin embargo, en todas partes la familia se distingue en función del matrimonio y de las relaciones de parentesco. En segundo lugar, el funcionamiento de la familia difiere significativamente de las expectativas y normas consideradas vinculantes en una sociedad determinada. La sociedad deja a la familia diversos márgenes de libertad en el cumplimiento de sus funciones, lo que hace que se aleje más o menos del modelo ideal. A veces, este margen tiene que superarse drásticamente para que se produzcan interferencias del entorno o de las instituciones que sancionan las normas vinculantes de la familia. En tercer lugar, la familia se define desde el punto de vista de intereses particulares o desde el punto de vista de una disciplina científica concreta que sólo se ocupa de un determinado aspecto de su vida y funcionamiento. Estas definiciones sólo dan respuestas parciales a la pregunta: ¿qué es la familia? Así es como la familia es definida por el derecho, la psicología, la pedagogía, la teología, etc. Sin embargo, si resumiéramos los elementos de las definiciones y los resultados de la investigación sobre la familia obtenidos desde estas diferentes disciplinas, seguiríamos sin tener una respuesta clara: ¿qué es la familia? Sin embargo, nos encontraríamos con que la familia se basa en el matrimonio pero que también se da la procreación extramatrimonial, que la familia desempeña un papel positivo en la sociedad pero que a veces no lo cumple, que es una comunidad que cría a los hijos pero que a menudo descuida este deber, que está conformada por motivos emocionales pero a menudo también por el autocálculo, etc.
Sin entrar en consideraciones de definición más detalladas, lo más general que podemos decir es que los elementos fundamentales de la familia son: a) las personas, b) la relación de matrimonio y/o parentesco, c) una especie de unidad comunitaria. Así pues, la familia es un grupo de personas unidas por la relación de matrimonio, parentesco (adopción) y afinidad, que forman una comunidad, que es un punto de referencia social y que interactúa entre sí según unos roles claramente definidos.
A la luz de lo anterior, podemos concluir que la familia es una forma universal de vida social. En base a los cuales se destacan ciertas características o atributos comunes del hombre, diciendo que es: sapiens, eloquens, faber, ludens, etc. también se puede decir homo familiarus.
El significado primordial del matrimonio y de la familia como institución resulta del hecho de que el hombre puede nacer a través de la familia en un sentido personal, subjetivo y social, y no sólo por la concomitancia material de la cooperación de dos organismos físicos, es decir, por la suma de lo masculino y lo femenino. Porque esa suma sería un nivel puramente biológico, de especie, y no un nivel comunitario-personal, es decir, un nivel humano. En ausencia de esta unidad, que determina el carácter plenamente humano del sujeto que da a luz, no hay una relación estrictamente humana, es decir, ética, entre los padres y los hijos: estos últimos son en tal situación sólo el resultado accidental de las experiencias sexuales.
En todas las sociedades, las normas preservan esta unidad. En ninguna cultura el matrimonio ha sido y sigue siendo un asunto exclusivo de los individuos implicados. Siempre tiene una dimensión social diferente. Esto se debe a la necesidad de asegurar el origen legal o legítimo de la descendencia, que se reduce a la determinación genealógica de los hijos nacidos, la posibilidad de su identificación y su adecuada posición en la estructura social.
Un factor igualmente importante es la legalización y legitimación social de los derechos sexuales mutuos de los cónyuges. De este modo, cada sociedad extiende su control sobre dos esferas extremadamente importantes de la actividad humana: la satisfacción de las necesidades sexuales y la procreación, es decir, garantizar la continuidad biológica al tiempo que se determina la pertenencia social de cada recién nacido. Por lo general, se espera que el matrimonio transmita los valores culturales a la descendencia y garantice la satisfacción de sus necesidades materiales. Otros elementos, tareas y expectativas están relacionados con la noción de matrimonio, cuyo alcance y significado vienen determinados por el tipo de cultura en la que se celebran y funcionan los matrimonios.
Desde un punto de vista puramente sociológico, el matrimonio es un determinado conjunto de centros institucionales que permiten a la sociedad realizar tareas relacionadas con la procreación y la socialización (socialización) de sus miembros y definir las relaciones de parentesco dentro de un grupo, incluyendo, en primer lugar, la asignación de los hijos a sus padres reales y presuntos. Dos elementos de la definición están presentes aquí: hay un énfasis en el conjunto de tareas impuestas por la sociedad y las conexiones y obligaciones de las personas que realizan estas tareas.
Esta definición, a pesar de sus valores estrictamente sociológicos, trata a la sociedad como sujeto y al matrimonio como objeto, tratando a los cónyuges como un medio para cumplir con los deberes que les impone la sociedad. La subjetividad de los cónyuges se expresa ya en el momento de la decisión de casarse, según el antiguo principio del «consensus facit nuptias», es decir, el consentimiento mutuo.
Por tanto, sería más correcto definir el matrimonio como una unión voluntaria y socialmente legitimada entre un hombre y una mujer, que los convierte en una comunidad subjetiva para la realización del amor en una perspectiva personal y parental, con todas las implicaciones sociales que ello conlleva. Esta comunidad subjetiva tiene un significado especial en todas las sociedades y culturas y, por lo tanto, se enfatiza mucho ya durante la ceremonia matrimonial. La ceremonia tiene varias formas externas, pero siempre tienen un carácter inusual y durante la cual se sanciona la nueva unión, ya sea mágica, religiosa o nacional, y se destaca la creación de una nueva comunidad.
El siguiente elemento en la definición del matrimonio es la realización del amor en una perspectiva personal y parental. Esta cuestión no es fácil de entender de forma unívoca. Hay diferentes formas de matrimonio y diferentes concepciones del amor mismo. También hay relaciones concluidas por motivos no afectivos y aquellas que por diversas razones no cumplen la misión parental.
Desde un punto de vista sociológico, sería posible desarrollar un continuo que caracterice los diferentes tipos de vínculos matrimoniales, desde la «comunidad mística» hasta las relaciones que existen por puro egoísmo de una sola de las partes. Sin embargo, dejando de lado los casos extremos y, por tanto, atípicos, hay que afirmar que la unidad conyugal, que expresa el sentido de la unidad del cuerpo en la complementariedad recíproca, constituye la forma de la existencia humana y pertenece a los elementos esenciales de la naturaleza humana. Sin esta unidad personal-subjetiva, la convivencia conyugal se reduce a acciones divergentes -metafóricamente hablando- tanto en la «cama» como en la «mesa». Por último, queda la discusión sobre la realización del amor en la perspectiva personal. Tampoco es necesario ni tiene sentido tratar de definir el amor. La rica literatura dedicada a este tema está llena de contradicciones y malentendidos. Sin embargo, podemos afirmar -y para nuestras deliberaciones esto será suficiente- que la manifestación y la medida del amor es el hecho de que la presencia común de personas que se aman les basta y les da una sensación de cierta plenitud de felicidad. Esta es precisamente la suficiencia «completa» de las personas. Sólo les basta con que estén juntos. No se dan lo que tienen, sino sobre todo lo que son en su totalidad, física y espiritualmente. Este regalo mutuo proviene del hecho de que simplemente existen y de que existen el uno para el otro. Que hay una persona que puede recibir amor y dárselo al otro (Gagacz 1981).
Esta subordinación al amor libera a las personas de la subordinación a sí mismas, que a menudo convierte a la pareja en un mero medio para un fin egoísta. Desde este punto de vista, el matrimonio es una unión de personas subordinadas no a sí mismas, sino a la comunidad de amor como fin.
La realización del amor en la perspectiva parental, que incluye los actos de la relación sexual, está -a diferencia de la especie animal- inseparablemente unida a la coexistencia de la dimensión ética, que consiste en la expresión consciente del sentido parental, basado en el destino de los sexos. El hombre en condiciones sociales y voluntariamente definidas puede – un animal en circunstancias objetivas favorables a él debe. Y este sentido de la paternidad basado en la asignación consciente del género está contenido en la legitimidad social del matrimonio, lo que lo convierte al mismo tiempo en una importante institución social.
El matrimonio y la familia como institución se analizan principalmente a través del prisma de las funciones que desempeña en la sociedad. Diferentes autores e investigadores mencionan una gama diferente de estas funciones. Depende de los detalles y el alcance de los problemas analizados. En general, las funciones deben entenderse como gamas específicas de efectos que la vida familiar produce en sistemas sociales más amplios.
En general, cuanto más desarrollada está una sociedad en términos de civilización y más amplia es su red de instituciones de apoyo a la familia, menos numerosas son sus funciones y algunas de ellas se ven gravemente reducidas. En nuestro país, tanto las familias rurales como las urbanas son sorprendentemente multifuncionales, aunque -dependiendo del entorno social- varían tanto el grado como la forma en que se cumplen determinadas funciones. Así, al considerarlos, se habla cada vez más de su modificación, no de su desaparición. En relación con muchas funciones, se ha observado un fenómeno importante en la actualidad. En el contexto de la perspectiva social y societaria se reducen, pero como tareas y hechos de la vida dentro de la familia se amplían e intensifican.
El cambio en la forma institucional de la familia moderna consiste en la limitación o desaparición de las anteriores restricciones institucionales tanto en lo que respecta al matrimonio como a las formas de funcionamiento de la familia. Las sociedades modernas se caracterizan por una gran diversidad de formas de vida, diversidad de sistemas de valores, diversidad de gustos, etc. Esta diversidad se corresponde también con la variedad de formas de vida familiar. Esta diversidad también se corresponde con la variedad de formas de matrimonio o cuasimatrimonio. Las visiones sobre la realización de la felicidad personal también son muy diferentes. La desaparición de las normas institucionales tradicionales y rígidas es, sin duda, una expresión de la humanización de las aspiraciones individuales para realizar la propia forma de vida y la visión de la felicidad. El problema, sin embargo, radica en la mayor posibilidad de abusar de otra persona con fines a menudo egoístas. Otro problema es la descendencia, que en la situación de relaciones libres a menudo no recibe una protección institucional adecuada de sus derechos.
En general, el mayor número de matrimonios y uniones familiares no institucionalizadas se da en sociedades en las que el nivel de protección social es alto y las posibilidades de satisfacer las necesidades básicas son relativamente fáciles de acceder (por ejemplo, Estados Unidos o los países escandinavos). Estos países se preocupan principalmente por los conceptos futuristas relacionados con el futuro de la familia. El tiempo dirá hasta qué punto están en lo cierto. En el nivel actual de desarrollo de nuestra sociedad, la desinstitucionalización completa de la familia no es posible debido a la amenaza de alterar el orden existente en la organización social. El objetivo de la política social es un equilibrio entre los aspectos institucionales y grupales de la familia que, por un lado, le dé un amplio margen de independencia y subjetividad de actividad y, por otro, garantice un orden adecuado en la organización interna de la sociedad.
Autor del artículo: Lucjan Kocik
fuente: Instituto de Psicología de la Salud
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